
Redacción
Lo peor de la pandemia es la ignoracia, el miedo y la poca solidaridad que puede surgir en las personas y eso fue lo que vivió una doctora en esta crisis sanitaria por Covid-19.
Luego de cubrir una guardia de 36 horas en un hospital donde se atiende a pacientes con Covid-19, Carolina, quien cuida a dos mujeres en situación vulnerable, fue confrontada por la persona que le rentaba el cuarto en el que vivía, quien argumentó que ella era “un foco de contagio”.
Por ello, la obligaron a usar guantes y cubrebocas, además se le dio la orden de no salir de su habitación, porque si lo hacía, tendría que limpiar cada espacio con una mezcla de agua y cloro.
Carolina —su nombre se cambia por seguridad— recorría los pasillos de ese inmueble portando goggles, una careta y los insumos que le solicitaron, sin perder la motivación de cuidar vidas.
Sin embargo, fue víctima de discriminación y un constante ataque moral, pues su arrendador le informó que debía abandonar el lugar.
“La agresión se presentaba cuando salía de mi cuarto hacia las áreas comunes: si abría el refrigerador o tocaba la mesa o el sillón, debía limpiar inmediatamente con cloro. Es algo reprobable, no sólo como profesionista, sino como seres humanos. Creo que es parte de la ignorancia de la población, pero agredir a otro es algo que todos los médicos reprobamos”, señala.
En cuestión de tres días, ella se vio obligada a conseguir un lugar temporal. Reconoce que fue una labor titánica visitar sitios y transitar por las calles de la ciudad, ya que tiene en mente que la principal recomendación de las autoridades sanitarias es quedarse en casa.
La voz de Carolina se entrecorta y la mirada se le nubla cuando recuerda lo inhóspito de no poder salir de su cuarto y estar en un sitio donde no era bien recibida, a pesar de seguir todas las normas de salud.
Explica que por no acatar las medidas excesivas de protección que le impuso el arrendador, éste la amenazó con recurrir ante las autoridades para que inspeccionaran el lugar y la obligaran a seguir sus órdenes. Incluso le llegó a cuestionar que fuera médica, por no querer rociar cloro a cada paso que daba.
“Llevé a cabo todas las medidas de protección: lavado de manos, evitar cualquier tipo de contacto, bañarme al llegar a mi domicilio, cambiarme de ropa a la hora de salir del hospital. A parte del temor a salir contagiados por [nuestra] profesión, tener miedo a agresiones en la calle es algo que nos rebasa”, agrega.
A pesar de las recomendaciones por parte del gobierno federal, en las que se han manifestado para erradicar esos ataques, el personal de Salud no confía en las personas que atiende, asegura. El pasado 23 de abril, el presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció la labor de los médicos: “Son héroes y heroínas”.
No obstante, Carolina menciona que no espera un agradecimiento por parte de la sociedad, porque su vocación es salvar vidas.
Carolina reflexiona ante la desesperación, por lo que llama “ignorancia en la población”, y se detiene a pensar en todos los años que han pasado desde que decidió pasar su vida en los hospitales.
“¿En qué momento pensaste que ser médica se podría convertir en un riesgo?”, se le pregunta.
“Estudiamos tantos años para tratar de mejorar la calidad de vida de las personas, que no esperas que la gente te dé la espalda cuando lo único que haces es intentar ayudar”, expresa.
Con información de El Universal