El presidente López Obrador tiene decidido pacificar el país con una estrategia que tiene al ejército como un actor central, aún y cuando la guerra contra el narcotráfico haya llegado a su fin, desde la narrativa del gobierno federal.
En ese contexto, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos será un espacio institucional sustancial para la vida democrática del país, más aún en una coyuntura tan compleja en materia de seguridad.
Sin embargo, la elección de quien será su nuevo titular está entrampada y podría significar un golpe significativo para la legitimidad de la institución y de la propia presidencia de la República. Pues según trascendió en algunos medios nacionales, no ha caído nada bien en el ánimo de los militares la aparente imposición de María del Rosario Piedra Ibarra como candidata a presidir la CNDH.
La hija de la histórica activista Rosario Ibarra de Piedra, forma parte de una corriente radical que ve en las Fuerzas Armadas un enemigo y no una institución del Estado. Una visión que podría ser muy peligrosa para el presidente de la República, en momentos aciagos para el país y para las propias fuerzas armadas.
El hermano de la candidata a presidir la CNDH, Jesús, fue combatiente de la Liga 23 de Septiembre, que le declaró la guerra al Ejército Mexicano. Pero lo más grave de todo es que la candidata no sólo desconoce el marco jurídico en torno a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (ni siquiera conoce sus atribuciones), sino que no cumple con los criterios que los senadores habían fijado originalmente para confeccionar la terna.
Esperemos que la sensatez llegue a Palacio Nacional y sea la CNDH la posibilidad el reducto que el Gobierno Federal utilice para reencauzar la institucionalidad del Estado.
Que así sea.