Las narices del vecino

OPINIÓN

Las narices del vecino

Las narices del vecinoZMG /Lunes, 27 de octubre del 2025



Pablo Arredondo Ramírez


La intromisión, injerencia o intervención en los asuntos del vecindario, por parte de la patria que George Washington, Jefferson, Franklin, Madison y otros ilustres personajes vieron nacer, se hizo patente desde las primeras décadas de existencia de los Estados Unidos. La bien conocida “doctrina Monroe”, bautizada en honor al presidente James (del mismo apellido) en 1823, condensó las torcidas y oscuras intenciones de la democracia estadounidense: “América para los americanos”. 


Bajo el pretexto de proteger al continente americano del colonialismo europeo, tan expoliador como siempre, mister James Monroe declaró que los Estados Unidos harían lo que fuera necesario para que las potencias del otro lado del Atlántico se abstuvieran de dirigir los destinos de las naciones independientes que estaban emergiendo en las tierras al sur de su frontera. Repudio a la colonización europea, nos dijeron, pues. 


¿Un acto de liberación y solidaridad de la joven república anglosajona? Eso creyeron algunos bien pensados latinoamericanos de entonces. Tan fue así, que el modelo político establecido por los gringos inspiró a las jóvenes repúblicas del sur del continente. Con el tiempo quedó claro que detrás del proyecto estadounidense yacía una visión neo-colonial, una nueva forma de subordinar a sus vecinos de abajo. 


México fue la presa inicial del apetito expansionista, el primer experimento de lo que suponía de manera cruda la “doctrina Monroe”. La invasión y el despojo (medio territorio nacional) que padecimos en la década de los años cuarenta del siglo XIX confirmó la vocación intervencionista e imperial de la gran democracia norteña.


Un siglo de intromisiones


En el ocaso del siglo XIX, so pretexto de apoyar a las fuerzas independentistas de Cuba y ante la negativa de España de venderle la isla, Estados Unidos vio una perfecta oportunidad de intervenir en país de José Martí. Una vez consumada la independencia cubana el gobierno estadounidense hizo valer su influencia y poder para intervenir y ocupar Cuba hasta en dos ocasiones (entre 1906 y 1909, y entre 1927 y 1923). Décadas más tarde, en 1961, tras el triunfo de la revolución socialista los estadounidenses volverían a intentar, de manera infructuosa, tomar el control de la isla. 


 

 Al margen de las incontables operaciones encubiertas y de las maniobras para influir en la vida interna de las muy diversas naciones del continente americano, la presencia intervencionista de Estados Unidos durante todo el siglo XX fue incuestionable, una corroboración de que los deseos de mister Monroe seguían vigentes muchas décadas después de su proclamación.


Baste con señalar que once países de la región sufrieron agresiones directas de los Estados Unidos en todo el siglo XX. Además del referido caso de Cuba, en 1914 México padeció la ocupación militar del puerto de Veracruz (y la expedición punitiva en el norte del país entre 1916-17). En la lista aparecen también: Nicaragua ocupada en dos periodos (1912-25 y 1926-33), Haití, ocupada durante veinte años (1915-34) e intervenida por el restablecimiento de gobiernos en 1994 y en 2004, Panamá de 1903 a 1914 (con el fin de hacerse del control del Canal) y en 1981 con una invasión militar directa.


Imposible olvidar los casos de República Dominicana entre 1916-24 y 1965-66, de Guatemala con el golpe de Estado en 1954 y de Chile en 1973 con el derrocamiento del presidente Salvador Allende. Además de la invasión de Granada en 1983-84 y del intento de golpe de Estado fallido en Venezuela en el año 2002. Muestras de muchos botones de la injerencia estadounidense.  


¿Democracia en operación?


 Cada uno de los intentos por modificar la vida política de los países latinoamericanos tiene sus especificidades, pero lo cierto es que todas las intromisiones apuntan a defender los interese políticos y económicos de la potencia del norte. Sin embargo, la fachada detrás de la que se esconden esos intereses y utilizan los lacayos internos que los apoyan es la de la construcción de sistemas democráticos plenos.


Una tesis que difícilmente puede sostenerse. Lo cierto es que el espolio, la extracción y el control de múltiples recursos económicos y naturales es lo que verdaderamente está en juego.


El gobierno de Trump ahora enarbola la “lucha contra el narcotráfico”, y México, Colombia y Venezuela deberán resistir el embate de ese errático político. No será fácil, el actual gobierno estadounidense se ha despojado de las tradicionales máscaras y la idea de imponer a toda costa su hegemonía en el vecindario se observa a flor de piel. La estrategia de las provocaciones está en marcha. 


América ¿para los americanos?


Seguramente mister Monroe nunca imaginó que su doctrina podría convertirse, con el paso de los siglos, en una realidad plena, pero en sentido inverso. Es decir, que tarde o temprano el territorio estadounidense sería apropiado por una diversidad de pobladores provenientes de las muy extensas llanuras y montañas de América Latina.


En el más reciente cuarto de siglo prácticamente la población latina de los Estados Unidos se duplicó; pasó de 35.3 millones en el año 2000 a 68 millones en el año 2024. Los latinos representaban al 13 por ciento de la población total, ahora se calcula que representan el 20 por ciento. Los latinos son el sector de la población que más crece demográficamente. No es sólo la inmigración (ahora atacada brutalmente) sino el crecimiento en el número de nacimientos.


Por eso las huestes racistas que apoyan a Trump, y el mismo mandatario, están desesperados al constatar que, a este paso, la proclama de quien hace 200 años fuera su presidente (James Monroe) terminará siendo una realidad: América será para todos los americanos. 


Total, si ellos meten las narices en nuestros territorios, nosotros nos meteremos de cuerpo entero en el suyo.