La colonia Country Club tiene una historia ligada íntimamente a la Guadalajara de inicios del siglo XX. Nace en 1942, cuando el club de golf del mismo nombre se mudó del West End (hoy colonia americana) a los terrenos de lo que era la ex Hacienda de La Providencia, su actual ubicación.
El Country Club ha sido durante décadas una de las zonas más exclusivas y tradicionales de la ciudad, sin embargo, su gran plusvalía es hoy en día uno de sus mayores riesgos. Esta colonia abarca un área cercana a las 130 hectáreas, aquí, viven cerca de 2,500 personas en 874 hogares, con un promedio de 198 personas por kilometro cuadrado, uno de los más bajos del país, factor que constituye uno de sus principales atractivos.
Según estimaciones de MarketDataMéxico, el Country Club de Guadalajara tiene uno de los outputs económicos más alto de México, estimado en $3,300 millones de pesos anuales. Además, se estima que en la colonia laboran 4,000 personas, lo que eleva el total de residentes y trabajadores a 6,000. Muy poco, si se le compara con zonas de vivienda popular en Tlajomulco de Zúñiga o el norte de Zapopan.
Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas para los residentes de la colonia. En los últimos años, el temor de muchos de ellos se ha vuelto realidad, la colonia ha comenzado a perder su esencia debido a la construcción desmedida de grandes torres de departamentos, lo que ya comienza a afectar su entorno ambiental, su viabilidad urbana y el patrimonio y seguridad de los propios vecinos, que han visto afectadas sus viviendas, algunas de ellas, con gran valor arquitectónico e histórico.
“Poderoso caballero es don dinero”, dice el dicho, y en Guadalajara ese caballero tiene décadas faltándole el respeto a la ciudad. Para nadie es un secreto que en la zona metropolitana de la capital jalisciense, el contubernio entre constructores, jueces y autoridades municipales y estatales, han convertido a la ciudad en un campo de explotación económica sin sentido, orden y planeación.
Permisos a modo, arreglos por encima de la ley, omisión de los planes parciales, pagos por debajo del agua, alteración de actas y documentos oficiales y miles de millones de pesos en ganancias han sido el común denominador de esta “industria” que ha dejado muy pocos beneficiarios y muchísimos afectados, durante la última década.
Actualmente, un proyecto arquitectónico llama particularmente la atención. En la calle Mar Jónico número 2178, se comienza a construir una torre de departamentos de 15 pisos y 3 niveles de estacionamientos subterráneos. La demolición de la finca original, con valor histórico, y la remoción de sus escombros ya han ocasionado daños a las fincas aledañas y ha motivado la reacción de vecinos y residentes de la colonia, en lo parece la punta del icerberg de un problema que será, sin dudas, de grandes dimensiones e implicaciones.
Además, de acuerdo con evidencias presentadas, el personal encargado de la obra nunca interrumpió sus labores de construcción, aún y cuando la indicación de las autoridades sanitarias del estado y del país habían obligado el cese de actividades en este rubro de actividad económica, exponiendo a los vecinos a un muy probable contagio por Covid-19.
Familias de la zona argumentan que este complejo de vivienda vertical está arrancando sus obras al margen de la ley y con la complacencia de autoridades municipales. Afirman que el proyecto carece de permisos y que está omitiendo los reglamentos municipales y los coeficientes urbanos, pues en la colonia solo se permite la construcción de estructuras de 3 pisos. Sin embargo, sostienen, que la obra sigue porque detrás de ella hay poderosos personajes de la vida política local, lo que complica aún más su situación y los deja en estado de indefensión. El ayuntamiento de Guadalajara sigue sin tomar cartas en este asunto que al parecer correrá por la vía legal, mediática y hasta política.