
Testimoníos breves de las religiosas afectadas en Buenos Aires por ser violentadas a manos de uno de los sacerdotes: “Mi vocación era ser religiosa, y no ser denunciante. La vocación es algo sagrado, que no se toca. Y esta persona nos tocó en lo más profundo del ser”. Así arranca En el nombre de Dios, un impactante reportaje emitido en el que tres monjas denuncian que durante años el sacerdote Manuel Pascual las sometió sexual y psicológicamente durante años. Las violaba, y después las confesaba.
Y ni las superioras (de la congregación de las hermanas de San José en Buenos Aires) ni la jerarquía quisieron hacer nada, hasta que las hermanas se armaron de valor y denunciaron. Hoy, “El Santito”, como se conocía al clérigo, se enfrenta a penas que podrían alcanzar los 40 años de prisión.
“Manuel Pascual era el sacerdote fundador de la comunidad (…) también era mi confesor, porque yo no me podía ir a confesar con otro sacerdote” relata una de las religiosas. “Era quien nos guiaba espiritualmente. Era todo”. Sin embargo, durante cinco años estuvo abusando de al menos tres monjas, aunque todos suponen que hay más.
“QUISIERA VERTE DESNUDITA”
“Tenía palabras como ‘yo quisiera verte desnudita’, o una cosa así, cuando yo le decía que eso no correspondía, que me hacía mal, me decía ‘vos tenés que desnudar tu alma, porque vos estás muy cerrada’. Siempre el problema era yo”, sostiene otra religiosa.
Buena parte de los abusos físicos y psicológicos se produjeron en “La ermita”, una especie de hacienda en el campo, propiedad de la congregación, destinado a los ejercicios espirituales. Allí, Pascual “El Santito” llevaba a cabo sus fechorías. “A mí me tocó ir en septiembre de 2016. A la noche me invitó a cerrar la tranquera de la casa, estaba todo oscuro… en un momento determinado me tomó tan fuerte de la mano que no pude soltarme. Sentí mucho miedo… sin sospechar nada aún”, relata en el reportaje una de las religiosas. Ninguna quiso mostrar su rostro.
Cuando ocurrían estas situaciones, Pascual les decía que “no pasaba nada si yo me quería desnudar delante de él y masturbarme, si le pedía a él desnudarse y tocarse que no pasaba nada, que era muy normal. Y así pasaron algunas cosas… siempre tratando de que tuviéramos sexo (…). Esa noche terminé durmiendo un rato en su cama y después me tenía de la mano y así pasé toda la noche. Y toda esa semana fue igual”.
NI LA SUPERIORA, NI EL SUCESOR DE BERGOGLIO
De nada sirvieron sus súplicas a la superiora. “Es un psicópata. Fueron cinco años, y yo todavía lo estoy viviendo, cada día era una lucha”. No había caso. “La superior me dijo que dejara que pasara lo que tenía que pasar, que el padre era bueno. Le dije que había intentado violarme, y me siguió diciendo que era bueno”.
“Hicimos la denuncia civil y la denuncia canónica. Hace poco me llamaron a declarar como si esto fuera un complot. Nos preguntaban qué ganábamos nosotras. Y yo dije que bueno, nosotras no ganamos nada con esto de salir en los medios o de ir a hace runa denuncia penal o, dentro de la Iglesia, porque mi vocación era ser religiosa, y no… ser denunciante”, concluye otra de las religiosas.