Ahí estaba, el “Padrino”, con
una de copa de vino blanco, desde el cielo del salón, del yate de lujo. Viendo
ese mar que le daba dinero y vida.
El Silencio.
Por David Vargas Araujo.
@DavidVargasA18.
Bajaron a la orilla del mar,
en la casa de Arturo Beltrán Leyva en Pichilingue, Acapulco. Abordaron ese gran
yate de lujo de 50 metros de largo, de tres pisos. Cienfuegos subió con toda
calma, apoyado por el hombro de Arturo. Entraron al yate llamado “La sorpresa”.
Ya lo esperaban 4 cocineros y
4 meseros (guardaespaldas de Arturo) con unas copas de vino blanco francés. Y
también 6 mujeres que las habían traído del Table Dance “Tavares”, el más
importante en esos tiempos en el puerto. Arturo era dueño de ese lugar.
La entrada de Cienfuegos en el
yate lo tenía impresionado. Los lujos en exceso de lo que dejaban los millones
de dólares del narcotráfico
Arturo invitó a Cienfuegos al
cielo del salón (la parte de arriba, al aire libre) y desde ahí, los dos
sonrieron al mismo tiempo, viendo la inmensidad del mar, cómo la calma se
convertía en felicidad por el negocio que se había pactado. Miraban de manera
fija hacia el infinito, pensando que la ecuación narcotráfico – estado, estaba
dando frutos. Estaba dando lo que desde un inicio acordó, Ismael “El Mayo
Zambada” con el General Acosta Chaparro, en Sinaloa.
El vincularse de manera
orgánica las dos estructuras. Tener ese trato de “caballeros”, que el PAN había
establecido con el Cártel del Pacífico. Calderón, sus negociadores y sus
operativos, estaban en pleno vuelo hacia el crecimiento de este cártel.
Se acabaron la primera botella
de vino y vinieron las otras. Desde el cielo del salón, brindaban por el
negocio. Y coincidían que trabajar para la “compañía” (cártel de Sinaloa) no
había más que producir dinero como si fueran máquinas de hacer billetes verdes.
Y también coincidían que trabajar conjuntamente, los llevaría a tres cosas: A
que su futuro fuera garantizado, y que sus vidas era la cárcel o la muerte.
A Arturo lo mató el mismo
estado, y Cienfuegos hoy está en su casa, con una averiguación previa de la
FGR, que lo puede llevar a la cárcel o pasar su condena con su familia. La
coincidencia no existe cuando se anda en malos pasos. La realidad cobra facturas
y ya uno pagó, falta Cienfuegos.
Ahí estaban los dos en
bermudas, playeras y descalzos. Bebiendo de todo lo que daba el momento.
Pasaron horas, y la plática no tenía fin. Cienfuegos comentó: “Don Arturo, veo
que el negocio nos garantiza nuestro futuro familiar y personal”. Arturo
respondió: “Sí, mi comandante, se asegura el futuro, pero no la vida”.
Cienfuegos quedó callado unos momentos y reviró: “Nos vamos a morir algún día
Don Arturo, pero le aseguro que hoy, no”. Los dos soltaron carcajadas.
Arturo ya con muchas copas de
vino encima dijo: “Bienvenido a La Sorpresa mi comandante. Bienvenido a esta
vida chingona que llevamos”; Cienfuegos respondió: “Gracias Don Arturo,
agradezco sus atenciones. Gracias por tenerme esa confianza. Y dígale al sr.
Zambada que el vínculo que tenemos ya nadie lo podrá romper”.
-“Así es mi comandante,
nuestra amistad es una hermandad que ya nadie rompe, el que lo intente romperlo,
pues se irá directamente a tres metros bajo tierra”, expresó Arturo.
El yate no se movía, era como
una casa estacionada en el mar. El yate era testigo de ese encuentro. Allá
donde los buques de PEMEX dejaban la cocaína. La fiesta duró todo el día y toda
la noche. Arturo, nunca dejó de abrazar a Cienfuegos. Y éste también no dejó de
hacerlo.
Ahí estaban los dos abrazados
en esa fórmula que Calderón había trazado. Bajo su frase que le decía a García
Luna: “No hay obra pública de gran impacto que genere tanto dinero, que este
negocio con los de Sinaloa. Por ello hay que cuidarlo y ampliarlo hasta donde
se pueda, sin que se rompa la liga”.
El yate y la fiesta de Arturo
y Cienfuegos, era el festejo de la buena operatividad que había salido
quirúrgicamente bien. Era enfiestarse por los logros que habían tenido por el
trasiego de toneladas de cocaína. Era ese brindis de la corrupción y la
impunidad. Era ese festejo que sellaba la relación estado-narcotráfico. La
fiesta en el yate, era la culminación de un pacto ya encaminado para hacer de
los cargamentos de cocaína, una enorme ganancia para los dos.
Luchador
social toda mi vida. Expreso político, encarcelado injustamente en el Penal de Máxima
Seguridad de Puente Grande, Jalisco. Actualmente, asesor en la Cámara de Diputados
del Congreso de la Unión. Afortunadamente, fui uno de los primeros presos liberados
por el Presidente Andrés Manuel López Obrador.