Entre el movimiento y la violencia

OPINIÓN

Entre el movimiento y la violencia

Entre el movimiento y la violencia ZMG /Martes, 16 de septiembre del 2025



Alfredo Rico Chávez

Profesor universitario

 

Los acontecimientos del pasado 10 de septiembre en la explanada de la Rectoría General de la Universidad de Guadalajara, en la que se suscitó un enfrentamiento entre supuestos estudiantes (anónimos y encapuchados) y trabajadores de la Universidad, ha generadoindignación una ola de acusaciones contra la universidad, señalándola como una institución represora.

 

Si bien la violencia es condenable en cualquiera de sus formas, lo es viniendo de quien seaPor eso, reducir el debate y llegar a conclusiones por un video que sólo muestra una parte del zafarrancho, es apresurado e irresponsable; aunque la reacción del maestro no se justifica, la realidad es que fueron los supuestos estudiantes quienes iniciaron las agresiones.

 

El enfrentamiento no es menor; se debe investigar y castigar a los involucrados de acuerdo con la gravedad de las agresiones (puñetazos y empujones de ambas partes). Pero de eso a señalar a la Universidad como represora, hay una brecha muy grande, tendenciosa y malintencionada.

 

Lo más triste de esa narrativa es que se desvía el debate de lo verdaderamente importante: La actitud y las causas del grupo que se manifestó en la Universidad. Si bien tienen todo el derecho a organizarse y manifestarse, resulta central analizar sus demandas, sus motivaciones y su manera de hacer política. Aquí algunos apuntes:

• No son inocentes ni pacifistas ni víctimas; no fueron atacados por ninguna fuerza de seguridad y en cambio, ellos fueron agresores, con una clara actitud retadora, provocadora y violenta.
• Su discurso y demandas muestran un desconocimiento evidente de la ley, al plantear puntos tan absurdos como suspender un proceso establecido en la ley orgánica o pedir que se les permita consumir sustancias ilegales dentro de las escuelas.
• Aunque algunas de sus demandas son legítimas (y las compartimos), no todas son competencia de la Universidad y a pesar de eso, mantienen una actitud de exigenciaabsurda en contra de la institución.
• Sus formas son incongruentes y antidemocráticas: cuestionan al CGU porque no participan más del 30% de los estudiantes en la elección, pero sus asambleas no representan ni el 1% de la comunidad, y aún así ponen sus acuerdos como suprema ley.
• Son intolerantes y al parecer su interés está más allá de las causas estudiantiles, puessolo así se explica que rompan el diálogo al negárseles la posibilidad de cumpliruna sola de sus demandas, sobre todo cuando la autoridad universitaria aceptaraatender el resto de ellas.
• Sus rostros encapuchados dejan mucho que desear; si bien argumentan temer por su identidad, también generan la duda si se cubren el rostro porque en realidad no son estudiantes de la Universidad.

 

Lo digo con claridad: condeno la violencia, venga de donde venga y sea del tamaño que sea. Pero no caigo en la tentación del análisis fácil ni en el seductor y frívolo manejo amarillista de la información. Detrás de la movilización de estudiantes hay más implicacionesademás del consenso para condenar la violencia como vía para superar lasdiferencias, se muestra la urgencia de entender y atender las demandas (sensatas) que plantean los estudiantes, se debe abrir un debate serio y objetivo sobre el papel de los gremios y las autoridades universitarias.

 

Insisto, la coyuntura universitaria es más compleja y, sobre todo, el prestigio de la institución está más allá de un video de 20 segundos.