Felipe Gaytán Alcalá
Esto que pareciera un relato ficticio es en realidad una anécdota del encuentro de estos dos personajes en la Ciudad de México en el año de 1989, anécdota narrada por Francisco Gil Villegas, profesor investigador de El Colegio de México y testigo de dicho encuentro. Pareciera en principio algo que causa sorpresa e incredulidad: dos mundos distintos en diálogo. Por un lado la figura académica emblemática de la segunda generación de la Escuela de Frankfurt y por la otra la estrella artística del cine de oro mexicano y bella bailarina entre los años 60´s y 80´s ¿Qué sucedió que propiciara este diálogo? A continuación la historia.
En 1989 el Instituto Goethe en México organizó, junto con otras instituciones académicas entre ellas la UNAM, un ciclo de conferencias en el que participaría Jürgen Habermas. Una de las conferencias se llevo a cabo en el Antiguo Palacio de Medicina en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Los comentaristas esa noche fueron José Pérez Gay y Francisco Gil Villegas. Si el lector desea conocer el contenido y los incidentes de esa conferencia sugiero revise la crónica que el propio José María escribió en la Revista Nexos (https://www.nexos.com.mx/?p=5621).
Previo a la charla Francisco pasó a recoger a Habermas a su hotel, muy cerca de la Glorieta de los Insurgentes. Al llegar el pensador alemán comentó que prefería trasladarse al lugar de la conferencia en el servicio de transporte Metro. Francisco asombrado y preocupado le comentó los inconvenientes de trasladarse por ese medio. Habermas sin inmutarse le dijo
_-“ Inconvenientes para usted, no para mí. Por eso me voy solo, lo veo en el lugar de la conferencia.”
Quizá el viejo profesor, heredero de Adorno, decidió explorar los mundos de vida bajo tierra de la gran metrópoli.
Los organizadores, incluido el director del Instituto Goethe, estaban preocupados por la elección de viajar en metro de un alemán cuya personalidad adusta chocaría con el jolgorio, el ánimo festivo y el cansancio de los que usan ese transporte. Pero él llegó a tiempo y tan fresco como si fuera un usuario asiduo al Metro.
La conferencia transcurrió sin contratiempos. Los organizadores decidieron ir a cenar al Café Tacuba, un lugar emblemático del Centro Histórico muy cerca del Palacio de Medicina y al cual podían ir caminando para evitar el infernal tráfico de la ciudad o, en su defecto utilizar el Metro ahora de la mano de Habermas.
Llegaron al famoso café, hablaron con el dependiente quien les ofreció un lugar en la planta alta pues el local estaba lleno y por el número de personas era el mejor lugar. Subieron y se instalaron en una gran mesa. A un lado de ellos, en otra mesa, había un grupo de mujeres que departían alegres pero que guardaron silencio al ver llegar la comitiva de un grupo de hombres que más parecían profesores que político. Todas se preguntaban quién era el personaje famoso al que acompañaba ese sequito de profesores y acólitos ¿ Quizá un embajador o un ministro de otro país? Entre esas mujeres estaba Yolanda Montes mejor conocida por su seudónimo artístico de Tongolele, famosa vedette y una mujer de belleza incomparable quien antes que llegará la comitiva era el centro de atención hasta que alguien más robó su escenario.
Tongolele miraba con insistencia a la mesa. Quería descifrar quién había osado robarle su momento de gloria. Tal fue la mirada insistente que el director del Instituto Goethe preguntó a José María Pérez Gay y a Francisco Gil Villegas quién era esa mujer y porqué los veía de esa manera. Francisco explicó que esa mujer era una estrella en México y que los veía porque no descifraba quiénes eran ellos. A la charla se sumó Jürgen Habermas quien atento escucho las hazañas cinematográficas de esa mujer. Terminando de escuchar los relatos idílicos sobre Tongolele, el viejo profesor alemán se levantó de su silla y fue hasta la mesa de aquellas mujeres. Se dirigió a Yolanda Montes y en un diálogo en inglés, idioma que ambos dominaban y bajo la mirada de Francisco, inició este diálogo:
- “Sé quién es usted y su belleza lo confirma. Es una gran estrella”, señaló Habermas tomando su mano y acercándola a su rostro simulando dar un beso en ella
- Tongolele respondió: “es usted un caballero y veo que es famoso”.
- “No tan famoso como la que le precede a usted. Déjeme rendirme a sus pies y le pido nos disculpe por el alboroto”, comentó Habermas.
- “No sé preocupe, por lo que veo y deduzco es usted un profesor muy conocido”.
- “Es simplemente el trabajo de uno pero usted es una mujer que ha dejado huella en este país”.
- Agradezco sus palabras.
Habermas regresa a su lugar en la mesa y los asistentes quedaron intrigados por la charla. Al final, Tongolele se retira antes que los invitados por el Instituto Goethe. Levanta la mano despiendose de Habermas a la distancia. Ella nunca había perdido su lugar como la diva de la noche mientras que el profesor comprobó la potencia de su concepto de acción comunicativa.
Despues de esa cena Francisco Gil Villegas propone a José María Pérez Gay escribir un ensayo sobre este encuentro. Pérez Gay lo promete pero nunca lo escribe.
Este es un relato contado por Francisco y recuperado por uno de sus alumnos que busca registrar la memoria de estos sucesos que marcaron la vida cotidiana de los grandes pensadores en la CDMX.
Felipe Gaytán Alcalá
Universidad La Salle México