Por Imher Hernández (Blog)
El sábado pudimos ser testigos de un momento his-tó-ri-co.
A lo largo de la jornada, el hoy Presidente de México fue sembrando símbolos, uno a uno: la apertura de Los Pinos al público; su persistente austeridad; si bien su manera de dirigirse y conectar con los oyentes es propia de este luchador social, es un símbolo importante el no sonar acartonado en sus primeras palabras a la Nación, después de rendir protesta, ser sencillo y realista; el agradecerle al Presidente saliente no haber intervenido en los resultados de la elección, y el cómo le propinó tremenda tunda después. Gran símbolo fue el darle a nuestros pueblos originarios un rol protagónico en el inicio de esta etapa para el país, y lo nunca antes, recibiendo de ellos el “bastón de mando”. Otro, en un momento emotivo, la reacción del Presidente al hincarse, imitando a un médico indígena que de rodillas y quebrado de la emoción le entregaba un crucifijo; además, que en esta toma de posesión no hubo represión policial, sino un festival en el zócalo; 150 mil personas (cifra oficial) reunidas para celebrar este comienzo.
Entonces, ahora, ¿cómo comenzar la transformación?.
CONCORDIA. (según la RAE)
Del lat. concordia.
La tarea está en todos y cada uno, cumpliendo con responsabilidades y ejerciendo derechos; pero hay algo que me parece especialmente un deber de todos: tejer concordia entre nosotros.
Hay división, hay discordia y fragmentación en la sociedad, la polarización política la hemos generado, y si bien la confrontación y debate de ideas son actividades que no podemos abandonar, pues suman para desarrollar democracia, necesitamos crear concordia en nuestra sociedad.
“Es pertinente, pues, exponer con toda claridad que vamos a atender y a
respetar a todos. Que vamos a gobernar para todos, pero que
le vamos a dar preferencia a los vulnerables y a los desposeídos.”
El Prof. Alberto Aziz decía que “AMLO es un Presidente que llega frente a una emergencia nacional, es para una emergencia nacional”. Y si, venimos viviendo momentos críticos, por tanto nuestro comportamiento debe ser reformado para abonar a una verdadera transformación.
“Estoy consciente de la gran expectativa que existe entre los mexicanos,
y el desafío que significa enfrentar los grandes y graves problemas
nacionales, pero soy optimista y creo que vamos a salir bien…La herencia de civilizaciones nos ha forjado como un pueblo tenaz,
combativo, luchón, emprendedor, honesto, con una excepcional
idiosincrasia de fraternidad, de amor al prójimo, de verdadera solidaridad.”
Si bien la actual cabeza de Estado viene a cambiar un modelo económico y régimen social del cual no muchos son partidarios, suena justo que ahora toque a unos tolerar, lo que otros en años pasados ya lo hicieron.
Ya el gobierno no va a ser un comité al servicio de una minoría rapaz.
Representará a ricos y pobres, creyentes y libres pensadores, y a todas las
mexicanas y mexicanos, al margen de ideologías, orientación sexual, cultura, idioma, lugar de origen, nivel educativo, o posición socio-económica”.
Las elecciones fueron como un movimiento de placas tectónicas que nos sacudieron a todos. Un terremoto. Ni el mismo Presidente se imaginó tal resultado, lo ha dicho. ¿Qué sigue a un terremoto? Recoger escombros. Hay que ver qué sirve y que no. Lo que ya no sirva, ¡a la basura!. Como por ejemplo el atizar el odio, el rencor, el ardor. ¡Es momento de comenzar la reconstrucción!.
“Con apego a mis convicciones y en uso de mis facultades, me comprometo a no robar y a no permitir que nadie se aproveche de su cargo o posición para
sustraer bienes del erario o hacer negocios al amparo del poder público.
Esto aplica para amigos, aplica para compañeros de lucha y familiares”.
Con su discurso, el Presidente ha reinstalado en alto las expectativas que generó en su campaña. No ha bajado el listón, no se ha acobardado. Lo que considero necesario en nosotros para regenerar ilusiones, y alentar a la concordia a pesar de las divergencias ideológicas.
Nos ha pedido paciencia y confianza, que entendamos que ha recibido un país en quiebra. El reto es gigante, y mayor aún si con todas los desafíos económicos y políticos, debe navegar entre la desavenencia social.
“Gobernaré con entrega total a la causa pública, dedicaré todo mi tiempo, mi imaginación, mi esfuerzo a recoger los sentimientos y a cumplir las demandas de la gente. Actuaré sin odios, no le haré mal a nadie, respetaré las libertades, apostaré siempre a la reconciliación y buscaré que entre todos y por el camino de la concordia, logremos la 4ª transformación de la vida pública de México.”
Me gusta pensar que somos capaces de transfigurar esto en un voto de confianza, y en un compromiso tanto de vigilar y demandar la correcta actuación de este nuevo gobierno, como de tejer concordia entre nosotros.
Necesitamos estar unidos.
“No habrá divorcio entre pueblo y gobierno. Yo les necesito…No me dejen solo porque sin ustedes no valgo nada o casi nada…
Yo les pido apoyo, porque reitero el compromiso de no fallarles;
primero muerto que traicionarles.”