En los últimos días hemos sido testigos de una operación como la que nunca se había visto en nuestro país antes de que un gobierno con la legitimidad de 30 millones de votos tomara protesta. Una operación orquestada para desestabilizar el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pero más con deseos y frustraciones que con hechos y argumentos sólidos.
Ante la cancelación del NAICM, panistas, priistas y ultraconservadores levantaron la voz para tratar de generar una ola de incertidumbre y desestabilización, con la mira puesta en pegarle a la economía del país para generar una devaluación que habría sido catastrófica para millones de mexicanos.
Aquí que valga preguntarse, ¿por qué un mexicano estaría dispuesto a sacrificar al país, a sacrificar el bienestar de millones de familias con el único fin de derrocar a alguien que todavía no ha llegado al poder?
Solamente un sociópata del poder sería capaz de preferir sacrificar a millones en el afán de satisfacer sus ansias y frustraciones políticas.
No fueron pocos los que desearon ese mal mayor para el país, pero, afortunadamente, no sucedió lo que tanto anhelaron. Simple y sencillamente se quedaron con las ganas de ver a México de rodillas.
Muchos de ellos fueron de los que prometieron que, en caso de ganar López Obrador, se irían del país. Muy bien, creo que es hora de que vayan cumpliendo su promesa. Así todos saldremos ganando: ellos al no ser testigos de la transformación que se viene para el país, y nosotros al no tener que lidiar con mexicanos que quieren ver a México en ruinas.