Por Fernanda Salazar Mejía
Finalmente se llevó a cabo la consulta sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y la opción de Santa Lucía resultó ganadora. Este ejercicio ha dejado muchas lecciones valiosas para el futuro del país.
La primera, es que la gente quiere ser escuchada, quiere discutir los asuntos públicos y quiere incidir en las decisiones relacionadas con el desarrollo del país. Ningún tema puede ser ajeno a la sociedad con base en argumentos excluyentes como los de quienes creen que un proyecto de infraestructura de estas dimensiones solo compete a pilotos, a controladores aéreos o a expertos en aeronáutica. Por poner un ejemplo, en mayo de este año Suiza llevó a cabo una consulta para que la sociedad decidiera si se mantenía el esquema de financiamiento público a medios de comunicación. No tenían que ser expertos en finanzas, en ciencia política, ni en medios de comunicación ¿por qué? Porque se trata de recursos públicos, del modelo de país que quieren y un derecho fundamental como el acceso a la información.
La segunda lección es reflexionar sobre el rol de los medios de comunicación y el periodismo en el proceso democrático del país; pues después de varias semanas de intensa discusión en televisión, radio, medios impresos y medios digitales pudimos conocer datos, cuentas, beneficiarios, problemas y ventajas de un proyecto de infraestructura muy significativo, no solo en términos de inversión sino de futuro. En ese sentido, resulta ineludible preguntar en dónde estuvieron esos analistas y periodistas que en días recientes han ocupado cientos de espacios para criticar la consulta, cuando debían indagar este proyecto desde su inicio para proporcionar datos a la sociedad y exigir cuentas sobre el mismo.
La tercera, la falta de seriedad en los mecanismos para garantizar la confiabilidad de la consulta y la incertidumbre sobre la viabilidad de la alternativa de un aeropuerto en Santa Lucía podían evitarse. Como ha señalado Lorenzo Córdova, la autonomía de las instituciones organizadoras de elecciones, sí importa. También en estas consultas. La falta de experiencia de los organizadores y las fallas tecnológicas debieron ser previstas.
La cuarta es la visible pérdida de puntos de encuentro para el diálogo entre distintas visiones. Esto no es menor, pues lejos de disminuir la polarización tras la campaña electoral, va incrementando. De no generarse esos puntos de diálogo, la profundidad de la división será cada vez más irreversible y riesgosa para nuestra democracia.
La consulta está lejos de ser lo que López Obrador prometió, pero tampoco puede decirse un fracaso cuando logró despertar el interés de la sociedad y 1 millón de personas acudieron a votar a solo tres meses de la elección presidencial, sin mayores incentivos. ¿Hubiera sido más alta la votación con una organización más confiable y sin la descalificación permanente que muchos medios y líderes de opinión hicieron de la consulta? Seguramente sí. ¿Existe la posibilidad de que el propio López Obrador no haya querido un ejercicio completamente transparente para poder tener margen de maniobra sobre el resultado? Puede ser.
Algunas cuestiones para la reflexión:
Sin duda habrá impactos y es importante que el presidente electo ofrezca certidumbre una vez que se realizó la consulta. Ponderar consecuencias: eso sí es una decisión de Estado que estará asumiendo López Obrador desde hoy mismo.
Que haya quienes siguen utilizando metáforas como “el piloto que deja en manos de sus pasajeros las decisiones del vuelo” para descalificar la participación social en las políticas públicas, refleja nuestro déficit de ciudadanía, desnuda nuestra idea de democracia, reivindica decisiones cupulares y dice mucho sobre nuestra propia responsabilidad en el destino del país.
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