La mayor parte de las guarderías, sin duda, desempeñan una labor fundamental para miles de familias mexicanas. Y desde luego también hay vergonzosas excepciones: particulares que montan un negocio para convertirse en receptores profesionales del subsidio y no necesariamente prestan un servicio de calidad.
El tema de fondo es que el gobierno no está cancelando el subsidio, como los detractores han querido "venderlo", sino simplemente desea modificar la manera de hacerlo llegar a los beneficiarios, ampliándolo incluso. Lo que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador está haciendo es un cambio radical, una revolución en el concepto mismo de la transferencia para eliminar al intermediario.
Más importante aún, la medida no es una decisión para castigar a un sector, sino que forma parte de una filosofía de gestión de recursos públicos mucho más vasta con la cual difícilmente podemos estar en desacuerdo. La misma decisión se ha tomado para las nefastas organizaciones campesinas, obreras y populares que durante décadas, y para beneficio de sus líderes, han vivido ordeñando los subsidios dedicados a los sectores populares. Es el primer paso para evitar el uso clientelar y faccioso de estas organizaciones, pero es sobretodo un acto de justicia para con los usuarios de estos programas de asistencia.
La llamada sociedad civil, estimulada por la oposición panista, ha puesto el grito en el cielo porque la nueva política deja sin recursos públicos a organizaciones vinculadas a la iniciativa privada. Paradójicamente esos mismos sectores han visto con buenos ojos que se retiren los recursos a las organizaciones campesinas y obreras y se entreguen directamente a los trabajadores. Aprueban la medida en la casa del vecino, pero no en la propia.
Por otro lado el tema de las guarderías se ha sacado de proporción; la oposición de derecha ha querido convencernos de que el hecho de no entregar los subsidios a estas empresas particulares representa un ataque en contra de las familias. En realidad apenas el 5% del universo de escolares en la edad correspondiente acude a este programa de guarderías. Y el recorte del subsidio por esta vía no significa que tengan que desaparecer. Por el contrario, al canalizar el dinero para el cuidado de los infantes a los padres de familia, ellos pueden elegir la opción que prefieran directamente. En la medida en que una guardería tenga prestigio su supervivencia no debería estar en riesgo. Más aún, la transferencia a las familias por parte del Estado para este concepto superará el subsidio que actualmente se entrega a las guarderías, lo cual podría incluso permitir el crecimiento de aquellas que sean competitivas en el mercado.
Por otro lado, resultó desafortunada la intervención de Josefina Vázquez Mota para encabezar políticamente la cruzada de protestas a favor de las guarderías. Como se recordará, Juntos Podemos, la organización que ella presidía, recibió 900 millones de pesos del gobierno de Peña Nieto en condiciones cuestionadas, para ser destinados a los migrantes. Más allá de los argumentos que nutren la inconformidad de los dueños de estas guarderías, cabe preguntarse si la lucha de la senadora del PAN es también la defensa de un modus operando del que ella misma se ha visto beneficiada.
Lo de las guarderías es un capítulo menor de un proyecto mucho más vasto y trascendente: la entrega de los apoyos a los sectores necesitados saltándose a todos los intermediarios que, algunos en buena lid y otros con mala leche, representaban una merma en la derrama. La batalla política de las guarderías será cosa de niños frente a la que que seguramente darán todos estos organismos que han vivido huachicoleando los recursos destinados a los pobres. Esto apenas comienza.
Con información de: El Siglo de Torreón.